El mito de las Power-Balance

Regreso del viaje a La Palma y observo que cada vez más gente «cae» en la tentación de comprar por la nada despreciable cantidad de 35 € una de estas pulseras que prometen  mejorar nuestro equilibrio y nuestra flexibilidad. Este fenómeno no es nuevo; hace unos años eran las pulseras magnéticas las que se popularizaron. Ahora ya no son los imanes los buenos, ahora son los hologramas: las fotografías tridimensionales.

Hay que reconocerles un marketing impecable: se usan algunos términos científicos (frecuencia, células, emisión electromagnética, …), introducen algún científico como Einstein, lo recomiendan algunos personajes famosos (Shaquille O’neil, Rubens Barrichello, Dani Sordo, …) y añaden otros conceptos como energía (power) o natural. Por si esto fuera poco, algunos testimonios ¿reales? (fulanito la probço y le va de cine…)

El principio en el que se basan es el que el holograma emite unas radiaciones con unas frecuencias determinadas que nos benefician. Un holograma emite radiación como la puede emitir un bolígrafo, la pantalla donde lee esto o el libro de su estantería. Y la frecuencia de emisión depende la temperatura a la que se encuentre y de la naturaleza de su superficie; es la radiación infrarroja. No explican cómo afectan a las articulaciones para aumentar la flexibilidad o al oído interno para mejorar el equilibrio.

Además, un holograma no es otra cosa que una fotografía tomada con un láser sobre una superficie especial. No es un invento revolucionario y se puede encontrar en multitud de sitios. Es más, si aún cree que las pulseras funcionan pero no quiere gastarse esos 35 €, aquí tienes un método de fabricación: coge una tarjeta VISA caducada; recorta la imagen de la paloma; hazte con una cinta para el pelo de alguna mujer de tu casa; pega la paloma en la cinta y ¡tachán! Ya tienes tu pulsera PowerBalance.